Un profesor de la maestría decía que el fracaso era parte del éxito. Decía que había que fallar rapidísimo, para aprender lo antes posible, y mejorar cuanto antes: “Don’t fail fast, fail Ferrari fast”. Nos contó de historias desconocidas, de fracasos en compañías como Google, y acerca de cientos de fracasos que hay por cada triunfo como Gmail. 

Ahí escuché su idea de que los prototipos deben ser demasiado simples, tanto que acuñó la palabra ‘pretotype’ (pretend prototype), o sea, un prototipo que no lo sea, pero que cumpla la misma función. Así de importante era para él equivocarse al menor costo posible y aprender de forma proactiva. Así es cómo se logra el aprendizaje significativo.

 

El éxito como responsable del fracaso

Por otro lado, otro profesor del mismo programa decía algo aparentemente opuesto, pero complementario: “el éxito es el responsable de muchos fracasos”. Esa frasecita me pareció provocadora. Pareciera que entre mejor nos va con una forma de hacer las cosas, más queremos repetirla, aunque el contexto haya cambiado. Nos aferramos. 

Pensando en ambas cosas, me parece que equivocarse es importantísimo, ya que nos brinda experiencias; pero más aún, que tratar de evitar el error puede ser el peor error de todos. Para evitar fallas costosas, hay que buscar equivocarse rápido, en un ambiente controlado y con la mentalidad de aprender y mejorar. 

Ojo, cuando pensemos en ‘fallar para aprender’, recordemos también al segundo profesor: aún cuando las cosas estén bien, hay que buscar mejores formas de hacer las cosas. Como muchos en el equipo me han escuchado decir, “cambiar no es cosa de a veces”. Entonces, el evitar equivocarse resulta no ser funcional, ya que además de no brindar un aprendizaje significativo y efectivo, resulta no ser parte del camino a querer mejorar las cosas.