Hace unos días me propusieron un plan para el retiro, en el que, si aporto un monto fijo por los próximos 10 años, me regresan una cantidad muchísimo mayor cuando cumpla 65. De acuerdo con el agente de seguros, el plan es tan bueno, que “no hay mucho qué pensar.”
Estoy de acuerdo, no hay mucho que pensar: 30 años de cambio exponencial me parecen demasiados como para planear según condiciones conocidas. Ante mis argumentos, el agente continuaba: “tenemos 117 años de existir”, para intentar convencerme de que 30 años más para una empresa sólida, como la suya, son nada.
Pero exponenciales significa que el mundo cambiará muchísimo más en ese lapso de tres décadas, que en las doce que llevan existiendo. Para algunos, como para el asesor, soy un loco. Y se vale no estar de acuerdo conmigo. Simplemente, no me siento seguro proyectando el futuro en un Excel.
En la Película de The Matrix, Neo tiene la opción de tomar la pastilla azul y seguir viviendo en su mundo de ilusiones, o tomar la roja y enfrentar una realidad más incómoda. No deja de ser mi opinión, pero abrazar el cambio para crear el futuro que queremos, forzosamente nos pide tomarnos la roja.
A la hora de hablar del cambio ¿será que pocos lo ven? O más bien, ¿será que pocos lo quieren ver? O... ¿será acaso que creemos entender la magnitud de lo que viene, pero no tenemos idea? No es fácil cambiar la frecuencia, pero una vez que tomas la pastilla roja, descubres lo profundo en el agujero del conejo. A veces siento que me estoy volviendo loco. Luego, veo cómo algunos siguen viviendo como si nada cambiara, y se me pasa.