Hasta hace unos pocos años las conexiones con nuestros clientes nos podrían brindar información por medio de su energía, sus expresiones faciales, que nos permitían captar las emociones en persona. Una época donde el contacto físico era la norma y las relaciones se construían cara a cara la mayoría del tiempo.

Pero el tiempo pasa y el mundo cambió, y con él, las conexiones evolucionaron. La pandemia trajo la digitalización, y en un momento nos encontramos navegando en un océano de conexiones virtuales, donde la distancia se convirtió en la nueva realidad y el desarraigo emocional se apoderó de muchos.

Pero, con el tiempo nos adaptamos a este cambio. Aprendimos a construir relaciones significativas desde la distancia de este mundo virtual por medio de la emoción.

Existen muchos estudios que hablan de cómo las emociones son tan contagiosas como los virus, como lo menciona la investigadora Sigal G. Barsade, en su "Emotional Contagion" at work, donde muestra evidencia experimental del "contagio emocional".

 

“Mi investigación revela que las emociones, tanto positivas como negativas, se propagan entre tus empleados como virus. Rutinariamente las personas “se contagian” los sentimientos de otros cuando trabajan juntos en grupos”.
- Sigal G. Barsade

 

Esta investigación también demuestra que el estado de ánimo de las personas influye significativamente en sus juicios y decisiones de negocios. Donde ahora, nos permite plantearnos que uno de los puntos claves para conectar realmente eran la autenticidad y la empatía, usarlas como monedas de cambio en este nuevo paisaje emocional.

 

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Ahora, el nuevo reto de crear relaciones duraderas en un mundo marcado por el desarraigo emocional, tenemos una serie de estrategias que nos han permitido mantener la conexión:

  1. La autenticidad como guía:
    En un mundo lleno de filtros y máscaras digitales, hay que optar ser uno mismo siempre. Compartir nuestras experiencias, alegrías y luchas de manera honesta y transparente pueden ayudarnos a conectar de una manera real.

  2. La escucha activa como herramienta:
    Aunque las expresiones en sus rostros ahora sean imperceptibles, aún podemos escuchar sus voces, sus historias y preocupaciones. Comprometiéndonos a estar presente en cada interacción, validando sus emociones y a construir comprensión a través del sonido de sus palabras.

  3. La empatía como compañera:
    En un mundo donde el desarraigo emocional es la norma, la empatía se convierte en nuestra aliada más poderosa. Esforzarnos por estar en los zapatos de aquellos con quien interactuamos, por comprender sus realidades y sus luchas, su contexto, y por ofrecerles una mano con la cual puedan apoyarse para seguir construyendo.


Aunque el camino pueda ser difícil a veces, hay que ver cada conexión que construimos en este mundo de desarraigo emocional como una pequeña victoria. Cada conversación, cada interacción, cada gesto de empatía es una semilla plantada.

Siempre y cuando estemos realmente presentes, esa interacción será realmente significativa.